Todavía Contamos Camas

Cuanto menor número de camas psiquiátricas, mejor. Este marchamo de tratamiento progresista está alcanzando rápidamente prominencia internacional.

¿Tenemos datos de que prolongar las estancias hospitalarias puede ir en detrimento del estado mental y de la calidad de vida?. Absolutamente sí. ¿Se sigue de esto que acortar de forma uniforme los tiempos de estancia mejorará las evoluciones clínicas y la calidad de vida de los pacientes?. Absolutamente nó. ¿Puede incluso decirse que si un individuo consume este año menor número de días de estancia hospitalaria que el pasado año, esto significa que ha estado mejor?. No, no puede decirse.

Hemos confundido inapropiadamente las estancias hospitalarias de larga duración con acortar todas las estancias hospitalarias. La disminución del tiempo medio de estancia para un trastorno psicótico crónico desde los 20 o 10 años hasta uno o dos años no es lo mismo que disminuir el tiempo de tratamiento hospitalario de un episodio agudo desde los 40 o 20 días a los 4 u 8 días. Las razones para evitar las estancias hospitalarias prolongadas incluyen motivos como evitar la dependencia, la regresión y la desconexión de los apoyos y soportes naturales. ¿Alguien puede creer que estos efectos ocurren de forma rutinaria cuando una estancia hospitalaria aguda dura 20 días en lugar de 5?

En el final del siglo 20 seguimos contando camas de la misma manera que lo hacíamos en el siglo 19. Ahora, cuantas menos camas, mejor; entonces, cuantas más camas, mejor. Pero básicamente nuestras cuentas siguen siendo primitivas. Todavía contamos camas.

En la búsqueda de estancias cada vez más cortas, el paciente individual se ha hecho irrelevante. La peticiones de traslado desde las unidades psiquiátricas de los hospitales generales a los hospitales psiquiátricos estatales se dan en la actualidad para pacientes que lo que necesitarían es un mayor tiempo de tratamiento agudo, están en las condiciones clínicas apropiadas para la unidad en la que están ingresados y están asegurados para la actual hospitalización. La presión para trasladar a dichos pacientes procede de la preocupación acerca de que el ingreso se está prolongando demasiado y de que influirá negativamente en la estancia media de la unidad, una medida (la estancia media) crucial en los contratos de administración de cuidados (contratos programa en nuestro caso).

Por tanto los pacientes se mueven por razones diferentes a los criterios clínicos. ¿Y dónde van?. Algunos van a dispositivos de características similares a hospitales, denominados con diferentes nombres, con menores cuidados profesionales y menor costo. Muchos van a residencias asistidas, algunas de ellas remarcablemente similares a hospitales estatales de tamaño reducido. Y otros van a dispositivos comunitarios inadecuados para cubrir sus necesidades, sólo para reingresar de nuevo en las unidades de agudos por otro corto periodo. Frecuentemente no pueden acceder al hospital desde el que fueron dados de alta la última vez porque la unidad no tiene camas disponibles.

Procediendo con rapidez, podríamos llegar a tener éxito en tener a todos los pacientes en tratamiento fuera de los hospitales. Entonces no habría camas. Hemos estado así antes. En un tiempo, en la Europa Occidental, las personas con enfermedades mentales recibían atención a sus necesidades en almacenes denominados hospicios. Esto sucedía en la Edad Media.

Jeffrey L. Geller. Profesor de Psiquiatría y Director de Psiquiatría de Sector-Pública. Universidad de Massachusetts.

Traducción libre de la Editorial We Still Count Beds de la revista Psychiatric Services, Vol 48, N 10, Octubre 1997, pág 1233