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Los Psiquiatras en la Literatura Científica


Las revistas biomédicas, y las psiquiátricas en particular, tienen a veces como objeto de estudio al propio médico, o psiquiatra. Un campo de especial preocupación es el de la repercusión de la profesión sobre la salud y el bienestar del médico. Un indicador de salud y bienestar puede ser la tasa de divorcios, en la cual los psiquiatras son los especialistas médicos a los que peor les luce el pelo (el menos, en los USA) (1).

Desde el punto de vista profesional, el psiquiatra desarrolla algunos trastornos que podríamos categorizar como auténticas enfermedades profesionales. Por ejemplo, Síndrome de Dependencia del Tratamiento (SDT) (2), que no afecta al paciente en tratamiento, sino al terapeuta, quien se convierte en una especie de fundamentalista empeñado en tratar enfermos, hasta el punto de hacerse dependiente. Los profesionales más afectados parecen ser, precisamente, los que se ocupan de las dependencias. El autor nos presenta los síntomas en clave del esquema de las dependencias del DSM-III-R. Así, en el SDT el tratar se convierte en la principal preocupación y actividad, del médico-paciente, con un estrechamiento del repertorio de tratamientos, una compulsión a tratar y una tolerancia incrementada al tratamiento (necesitan tratar cada vez a más personas para obtener gratificación). La deprivación del tratamiento (esto es, el dejar de tratar) se caracteriza por sentimientos intensos de culpa, ansiedad y minusvalía, acompañados por una profunda rabia por el hecho de que miles de personas que tendrían que tratarse no lo hacen. Si no se aborda el cuadro de deprivación a tiempo puede aparecer un estado maniaco con grandiosidad, hiperactividad y conductas orientadas a tratar y tratar y tratar. El síndrome de deprivación puede aparecer espontáneamente (por falta de actividad o usuarios a los que tratar) o por exposición a un antagonista. Los antagonistas del tratamiento suelen ser personas, artículos o libros que cuestionen el valor o eficacia del tratamiento que realiza el médico-paciente, y el antagonista más potente descubierto hasta la fecha es el escepticismo. Pequeñas dosis de este producto producen un severísimo cortejo de abstinencia, tan intenso que haría muy difícil que los comités de ética autoricen su uso para diagnosticar SDT en situaciones en que se sospecha la existencia del cuadro. Como en la asistencia a otras dependencias podría utilizarse una terapia de mantenimiento con un antagonista (en este caso, el escepticismo, o en todo caso, una postura científica sana) a dosis bajas. Sin embargo, la aplicación práctica de esta idea resulta complicada. Los pacientes suelen estar muy poco motivados para abandonar su dependencia, por lo que puede temerse que la adscripción sería baja. Por otro lado la ciencia es un producto muy escaso y caro, y ya se sabe que estamos en épocas de contención del gasto sanitario. En cualquier caso, como en las demás dependencias, los síntomas de abstinencia ceden con la reexposición a la droga (tratar) y existe siempre el riesgo de recaída. Un planteamiento muy interesante, y que debería dar mucho que pensar...

También se ha dedicado atención a la presencia de los psiquiatras, la Psiquiatría y otras áreas afines en la filatelia (3). Hay que decir que no son muchos los psiquiatras honrados con una emisión de sellos. Han merecido cierta atención algunas áreas de "Salud Mental", como el retraso mental, las instituciones psiquiátricas, la prevención del alcoholismo y la drogodependencia, los congresos psiquiátricos y algunos pacientes famosos (se menciona a Schumann, Berta Pappenheim (a) Anna O, Van Gogh, Kafka y Rimbaud, olvidando tal vez que ninguno de ellos alcanzó notoriedad, precisamente, por su enfermedad mental).

Otras aportaciones han intentado caracterizar al psiquiatra. Un aspecto a considerar en primer lugar es su indumentaria. ¿Debe o no llevar bata el psiquiatra? La cuestión mereció un triple artículo en el General Hospital Psychiatry, ya que muy particularmente es el psiquiatra del hospital general quien se ve más crudamente enfrentado a la disyuntiva. En su introducción ("La bata blanca: Vestirla o no Vestirla"), DR Lipsitt, editor (director) se pregunta si al tiempo que la Psiquiatría se medicaliza, desmedicaliza y remedicaliza, el psiquiatra debería ponerse la bata, quitársela y ponérsela de nuevo (4). B Blackwell ("Llevar bata"), que considera a la bata un símbolo de saber médico, confiesa que en su caso personal, aunque dispone de bata no se la pone porque no quiere dar a entender a los pacientes que posee unos conocimientos médicos que hace tiempo que olvidó (5). Finalmente, y desde la perspectiva del psiquiatra de interconsulta, D Oken ("Toga Alba") concluye recomendándonos, más o menos, que allá donde fueres haz lo que vieres ya que aconseja que en los hospitales los psiquiatras de interconsulta vistan la indumentaria que lleven habitualmente sus colegas no psiquiatras (6). Una aportación posterior, de Lebensohn (7), termina por puntualizar que según le han confesado sus pacientes a lo largo de décadas de ejercicio, psiquiatras y enfermeras lo hacen mejor con la indumentaria propia de los médicos y enfermeras de otras especialidades. En definitiva, aunque no avanzamos mucho en nuestra búsqueda de una definición de lo que es un psiquiatra, por lo menos ya sabemos que se trata de un señor o señora que no sabe muy bien si ha de llevar bata blanca pero que tiene un cierto talento a la hora de elaborar títulos para artículos sobre el particular.

¿Cuál es la opinión del usuario? Otro estudio, centrado en pacientes de hospital psiquiátrico, encontró que los enfermos prefieren que el psiquiatra lleve ropa elegante y bata (8), y que los psiquiatras son de la misma opinión. En este mismo estudio se investigó por aspectos relacionales, y se observó que los pacientes preferían que se les llamara por el nombre de pila (lo que equivaldría al tuteo del castellano) y tratar al psiquiatra con el título de doctor y el apellido (lo que vendría a ser tratarle de Ud). Entre los psiquiatras había diferencias en función de su status. Los residentes tendían a tutear al paciente, mientras que los consultants o psiquiatras ya especializados lo trataban de Ud. En todo caso, tanto los consultants como los residentes, preferían que el paciente les tratara de Ud.

Volvamos a nuestro intento inicial por caracterizar al Psiquiatra. Walter (9) se centra en los términos argot con que se designa a los psiquiatras en inglés, rastreando su etimología o el momento de su acuñación. Parece que un término particularmente popular es el de "shrinker" o "headshrinker", que asimila al psiquiatra a los jívaros y su poder reductor de cabezas (aquí diríamos comecocos). Con todo, tal vez lo más curioso sea el juego de palabras en virtud del cual el psychotherapist (psicoterapeuta) se conveirte en psycho, the rapist, (Psicopatón, el violador). Qué cosas.

En una colaboración posterior, el mismo autor comunica un estudio de las historietas norteamericanas desde 1941 a 1990 en el que llega a la conclusión de que la imagen del psiquiatra en las historietas no ha cambiado demasiado en cinco décadas. Para el comic, el psiquiatra es hombre, generalmente calvo, barbudo y con gafas, practica la Psicoterapia como método de tratamiento habitual, y suele estar loco, o es licencioso con sus pacientes, o simplemente no se interesa en absoluto por lo que le cuentan sus clientes. En los últimos tiempos, además, se ha vuelto más interesado por el dinero. Generalmente no produce nigún cambio en sus pacientes, aunque en un 15% de las historietas el paciente empeora y en un 2% mejora (10). Todo un retrato, aunque tal vez ligeramente sesgado.

Para terminar, y aunque no provienen de revistas, merece la pena mencionar con dos valiosas definiciones de psiquiatra. La primera la recoge E. Zarifian (11):

"El neurótico es quien fabrica castillos en el aire; el psicótico, quien vive en ellos; y el psiquiatra... quien cobra los alquileres".

La segunda es incluso más útil, ya que nos da el valor de un psiquiatra, lo cual es sumamente interesante en estos tiempos de contención de gastos y baremos curriculares enrevesados (12):

"Por fin alguien ha definido el valor de un psiquiatra. Un individuo que retenía rehenes a punta de pistola en el Hospital St Jude de Memphis liberó a uno de ellos -un psiquiatra- a cambio de cinco hamburguesas normales, cinco hamburguesas con queso y unas patatas fritas".

Pues eso.


Referencias

1.- Rollman BL, Mead LA, Wang N-Y, Klag MJ. Medical specialty and the incidence of divorce. N Engl J Med 1997; 309: 1710-1712

2.- Bell J. Treatment dependence: preliminary description of yet another syndrome. Br J Addiction 1992; 87: 1049-1054

3.- Van Alphen PJM. Psychiatrists and mental health in philately. Acta Psychiatr Scand 1988; 77: 225-227

4.- Lipsitt DR. White coat: to wear or not to wear? Gen Hosp Psychiatry 1993; 15: 89

5.- Blackwell. Wearing a white coat. Gen Hosp Psychiatry 1993; 15: 90-91

6.- Oken D. Toga Alba. Gen Hosp Psychiatry 1993; 15: 92-94

7.- Lebensohn ZM. The white coat (letter). Gen Hosp Psychiatry 1994; 16: 54

8.- Gledhill JA, Warner JP, King M. Psychiatrists and their patients: views on forms of dress and address. Br J Psychiatry 1997; 171: 228-232

9.- Walter G. The naming of our species: Appellations for the psychiatrist. Aus N Zel J Psychiatr 1991; 25: 123-128

10.- Walter G. The psychiatrist in american cartoons, 1941-1990. Acta Psychiatr Scand 1992; 85: 167-172

11.- Zarifian E: Los jardineros de la locura. Espasa-Calpe, Madrid, 1990

12.- The Times, 8 febrero 1982; citado en Hume F, Pullen I: Rehabilitation in psychiatry. Churchill-Livingstone, Edinburgh, 1986


Txori-Herri Medical Association, 1999


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