Pensador Anónimo
Todo empezó inocentemente. Empecé a pensar en algunas fiestas y poco a poco me dejé llevar. Inevitablemente un pensamiento me llevaba a otro y no tardé en ser algo más que un simple pensador social.
Empecé a pensar incluso cuando estaba solo, "para relajarme", me decía a mí mismo, pero sabía que no era cierto. Pensar se fue haciendo cada vez más importante para mí, y terminé pensando todo el tiempo.
Empecé a pensar en el trabajo. Sabía que pensar y mantener un trabajo no son compatibles, pero era incapaz de frenarme.
Empecé a evitar a mis amigos a la hora de la comida, prefería estar solo para leer a Thoreau y Kafka. Regresaba a la oficina mareado y confuso, diciendo "¿qué estamos haciendo en la vida?"
Las cosas en casa tampoco iban bien. Una noche apagué la tele y le pregunté a mi mujer por el sentido de la vida. Se marchó a casa de su madre.
Pronto me hice con una reputación de pensador excesivo. Un día el jefe me llamó a su despacho. Me dijo: "Josemari, te aprecio, y me duele mucho tener que decir esto, pero tanto pensar está convirtiéndose en un problema. Si no dejas de pensar en el trabajo tendrás que buscarte otro empleo". Esto me hizo pensar mucho.
Volví a casa poco después de la conversación con el jefe. "Cariño", confesé, "he estado pensando..."
"Ya sé lo que has estado haciendo", me dijo mi esposa, "quiero el divorcio".
"Pero cariño, no lo dirás en serio".
"Totalmente en serio", respondió temblándole los labios, "piensas tanto como los profesores, y los profesores no ganan dinero, así que si sigues pensando no tendremos un duro".
"Eso es un silogismo erróneo", dije impaciente, y ella se echó a llorar. Era demasiado para mí. "Me voy a la biblioteca", dije entre dientes, y me fui dando un portazo.
Me dirigí a la biblioteca, dispuesto a meterme al cuerpo algo de Nietzsche, y puse en la radio de mi coche una emisora cultural. Entré atropelladamente en el parking y empujé las grandes puertas de cristal de la biblioteca, pero no se abrieron. La biblioteca estaba cerrada.
Hoy es el día en que creo que la Providencia me amparó esa noche.
Mientras caía al suelo intentando aferrarme al cristal de las puertas, anhelando a Zaratrusta, un póster captó mi atención. "Amigo, ¿tanto pensar está arruinado tu vida?", decía. Probablemente conocerán Uds esa frase. Sale en el póster de Pensadores Anónimos.
Y eso es lo que soy hoy en día: un pensador en vías de recuperación. No me pierdo una sola reunión de PA. En cada sesión nos ponen un vídeo no educativo; la semana pasada vimos "Porkys". Y después compartimos experiencias sobre cómo hemos hecho para no pensar desde la semana anterior.
Conservo mi trabajo y las cosas van mucho mejor en casa. La vida fue más sencilla... en el mismo momento en que dejé de pensar.
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