Las
Mil y Una Noches de los Médicos agasajados por los Laboratorios Farmacéuticos:
A propósito de un caso
Ioannis
A Giannakakis, John PA Ioannidis
Objetivo:
Descubrir cómo las compañías farmacéuticas cuidan de las necesidades
materiales de los médicos
Diseño:
Caso Clínico (recuerdos)
Marco:
Unas instalaciones que no tienen nada que ver con la Medicina, en algún lugar
de la Península Arábiga
Población:
Una muestra aleatoria de médicos
Intervenciones:
Actividades promocionales de la industria farmacéutica
Principales
mediciones:
A corto plazo, el viaje, los placeres, la diversión, y los pichigüilis, y a
largo plazo, los dividendos de cierta compañía farmacéutica
Resultados:
Los resultados a corto plazo fueron heterogéneos, lo que refleja la diversidad
de los medios utilizados por las compañías farmacéuticas para subvertir,
modificar o influir en las actividades de los médicos.
En conjunto, 200 médicos se vistieron con túnicas blancas, un
especialista en Medicina Preventiva citó a Hipócrates en defensa del tabaco,
un médico experimentado se convirtió en poeta, un médico que intentaba
comprender la sección de métodos de un póster se planteó si no hubiera sido
mejor quedarse a tomar el sol, y dos médicas fueron secuestradas por guerreros
beduinos. Los resultados a largo plazo sobre las ventas de la compañía
están todavía pendientes pero tienen toda la pinta de ser muy favorables.
Conclusiones:
Come, bebe, pásatelo bien e hínchate a recetar.
Introducción
Estamos
a finales de mayo, la noche es cálida, el cielo está lleno de estrellas y
floto en posición supina sobre las aguas del Mar Muerto.
No necesito mover los brazos o las piernas, no es preciso que intente
nadar, basta con que me relaje. El
agua lo hace todo por mí: es como si flotara en el espacio exterior, en la
ingravidez. Es muy agradable y estoy contento.
Caso
Clínico
No
he estado solo los dos últimos días. Estoy
alojado con otros 200 médicos griegos en un hotel de lujo.
Al llegar encontramos en nuestras habitaciones flores, aguacates, piñas
y ropas blancas. Desde ese mismo
momento hemos vestido todos de blanco, no con bata blanca, como tal vez haya
imaginado el lector, sino con la tradicional túnica blanca arábiga de mangas
anchas y con un pañuelo árabe en la cabeza. Las
mujeres llevan vestidos de seda blancos con esmerados bordados.
Salgo del agua para ducharme. El
salitre me quema. Es hora de cenar. En la playa hay tiendas, y bajo ellas, mesas bajas repletas
de deliciosos platos árabes. El
vino fluye. Nos recostamos en
almohadones, como los beduinos, y comemos: doscientas personas que comen, hacen
risas y se lo pasan bien. Cuando
termina la cena, muchos de mis amigos intentan fumar la tradicional pipa
otomana, que quema tabaco puro en el fondo de una gran botella de vidrio.
“¡A la mierda la cruzada antitabaco!
La vida es corta, ya lo dijo Hipócrates, y hay que disfrutarla”,
exclama un colega especialista en Medicina Preventiva, vehemente fumador, con la
pipa en la mano.
Nos rodea música exótica; al principio es baja, luego suena más alto, fuerte,
exuberante. Es una verdadera fiesta
playera. Todo el mundo baila,
canta, bebe y se lo pasa bien. Pero
llega el gran momento. Aparece una
bella y pequeña bailarina, de 18 años. Su
perfecto cuerpo semidesnudo se refleja en sus joyas y en la seda
semitransparente de su vestido, su larga y oscura cabellera brinca sobre sus
hombros mientras baila la danza del vientre al son de tambores y flautas.
Una auténtica tentación. ¿Quién
puede resistirse? Desde luego no
ese colega de mediana edad que se ha pasado toda la vida en una pequeña ciudad
al norte de Grecia, con más lluvia que Londres y más niebla que San Francisco.
Trabaja muchas horas; es duro, y no hay lugar para la diversión.
Dicen que, a juzgar por su enorme clientela, es uno de los médicos con más
éxito profesional, y que es uno de los mejor relacionados.
Hace años que no ha disfrutado de unas vacaciones que merezcan el
nombre. Tiene fama de serio,
entregado, y muy profesional. Y
ahora, parece, tiene ante sí su destino, en la forma de la pequeña bailarina,
que se le acerca, balanceando su cuerpo. Al
principio nuestro colega es incapaz de moverse, tiene los ojos abiertos como
platos. La chica está todavía allí,
le rodea con sus brazos sin tocarle. Él
contiene la respiración, y poco a poco intenta seguir la danza.
Tiene la mente perdida, está envuelto en su propio éxtasis.
Está borracho, sonríe, es feliz. Finalmente
se incorpora bruscamente de su almohadón y en una explosión de emoción rompe
a exclamar en un idioma que la chica no comprende pero todos nosotros sí:
“Sigue bailando, mi alma, sigue bailando, reina mía, y recetaré todo lo que
quiera el laboratorio, sigue bailando, sirena mía, mi sueño, y recetaré XXXX
hasta agotar mis talonarios, sigue moviendo tu vientre de alabastro, sigue
danzando, palomita mía...”. Estamos
asistiendo al nacimiento de un poeta, a pesar de que el poeta esté borracho
–como los grandes poetas alcohólicos de Oriente (y de Occidente)
A todo esto, XXXX es el nuevo antihipertensivo recientemente comercializado por
nuestros anfitriones. Permítanme
que deje claras algunas cosas. Obviamente
la compañía ha pagado todos nuestros gastos.
Sí, nos han acompañado los representantes de la compañía, los mismos
que me visitan a mí y a todos los demás en nuestros trabajos.
De hecho ahí están, siete y diez almohadones más allá; uno de ellos
está aplaudiendo el estallido poético de mi colega.
Sin embargo, en todo el viaje no hemos oído una sola palabra sobre XXXX
ni sobre ningún otro fármaco: ni en el avión, ni en el hotel, ni en nuestras
excursiones al desierto, en ningún sitio.
No se ha pronunciado una sola palabra sobre fármacos, no se nos ha
entregado ningún material, no ha habido ninguna conferencia, lo único a lo que
hemos venido ha sido a pasarlo bien. Cuando
uno de los visitadores me invitó hace un mes, el mensaje era claro: “queremos
ofrecerle un viaje exótico, de cinco días de duración, con todos los gastos
pagados. No se preocupe, no va a
haber ningún rollo sobre Medicina, solamente van a pasarlo bien”.
Han cumplido su promesa. No es como cuando las compañías te invitan con todos los
gastos pagados a reuniones científicas.
Discusión
Todos
tenemos la experiencia de haber asistido a la influyente veintitantos
conferencia internacional de YYYY, donde YYYY es alguna subespecialidad médica
muy importante y la conferencia es la reunión con mayor número de asistentes
en su campo. Los laboratorios envían
a la reunión a cientos de médicos con sus familias (a veces, con perros y
todo) con el fin de contribuir a su formación continuada.
Es difícil encontrar la sala de los pósters, porque está escondida en
una esquina, detrás de la pagoda de 10 metros de altura que se ha erigido en
honor de los nuevos fármacos “que revolucionan la terapéutica de su
especialidad”, como dice el slogan de tu placa de identidad (txartela).
Cuando en tu labor de arqueólogo das con el póster que te interesaba te
resulta difícil concentrarte en el apartado de Métodos a causa del diálogo
que a voz en grito tiene lugar a tus espaldas: “¿Dónde estuviste anoche?”
“En el casino, nos lo pasamos en grande, todo pagado por el
laboratorio, y luego nos llevaron a bailar”.
“Nosotros estuvimos en la recepción que montó el laboratorio en el
casino, fue un coñazo, pero la cena, muy buena”.
“Ayer me pasé todo el día en la sauna.
También fuimos de compras. Encontré
un bolso de cuero muy majo, pero no llevaba dinero y volveré hoy a pillarlo.
¿Te vienes conmigo?” “Ya
lo siento, pero he quedado con un amigo que me va a llevar a la playa.
Habla con el representante, seguro que te podrán conseguir ellos el
bolso”. Y luego miras a tu
alrededor y te das cuenta de que la única persona que está contigo en la sala
se muere de ganas por que le lleven a la playa.
Pues bien, no me refiero hoy a ese tipo de reuniones organizadas en pro
del avance de la ciencia y la formación continuada en las que hasta los melones
de la recepción del laboratorio llevan pegado el nombre del “bloqueante H1
más poderoso de la Tierra” o te puedes encontrar el mismo slogan bajo la
almohada cuando te vas a la cama, para recordarte que “en comparación con
otros compuestos, no causa somnolencia ni mareo”.
No, nuestra reunión arábiga fue una oferta magnánima y desinteresada a
la esforzada clase médica. “Simplemente
una manera de darles las gracias”, como me dijo un representante.
La compañía y sus intereses se silenciaron para garantizar nuestro
disfrute.
Bueno, para ser honestos vinos el nombre de la compañía en un par de sitios.
Por ejemplo, en un tren que alquilaron y que según vimos al acomodarnos
tenía el nombre del laboratorio. Nos
dijeron que era el mismo tren que se usaba en la época de Lawrence de Arabia
para ir a La Meca.
El paisaje era sereno y reconfortante, el desierto, majestuoso.
De repente vimos una nube de polvo alzarse sobre las colinas.
No se trataba de una tormenta: eran diez guerreros beduinos a caballo,
armados con rifles. Algunos de mis
colegas se situaron en la parte abierta de los vagones, para verles mejor y
sacarles fotos. Como la velocidad
del tren era escasa, no tardaron en alcanzarnos y cabalgar a nuestro lado.
“Como en las películas”, exclamó excitada una de mis colegas.
Apenas había terminado de decirlo cuando el beduino que marchaba a la
cabeza se le acercó, la atrapó por la cintura y a pesar de los gritos de ella
la sentó delante de él en la grupa de su caballo.
Una de sus amigas sufrió la misma suerte y fue atrapada por un beduino
barbudo. Presenciamos el rapto
llenos de pavor, sin tener en cuenta lo que podría haber hecho Lawrence de
Arabia en esas circunstancias, e imaginando más bien habría hecho Popeye en
caso de que le hubiera pasado aquello a Olivia.
Luego, alguien del grupo empezó a sacar fotos de los beduinos alejándose. Los visitadores nos dijeron que las dos mujeres no sufrirían
ningún daño y que las volveríamos a ver en el hotel, a menos que entre tanto
surgiera un auténtico idilio.
Agradecimientos: Las ideas que han dado lugar a este cuento se deben a los genios anónimos que trabajan en los departamentos de promoción y publicidad de un potente laboratorio farmacéutico; sin su ridículo ingenio nunca podría haberse escrito este ridículo artículo. No mencionaremos el nombre del laboratorio; está en todas partes, aunque hay que aclarar que es pura casualidad la coincidencia con el nombre de cierto lugar de Londres. De los autores, sólo IAG tuvo la suerte de vivir la experiencia arábiga, con lo que escribió un primer borrador y aportó el material. La idea de la forma del artículo se debe a JPAI, que además añadió el resumen, amplió el borrador y propuso el título.
Conflicto
de intereses: No se declara ninguno.
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