¿Cuál es su diagnóstico?
Varón, 40 años, que es traído al Servicio de Urgencias tras una discusión iniciada cuando el paciente preguntaba el precio por metro cuadrado del aeropuerto de Foronda (Vitoria), que pretendía comprar como pista de patinaje para sus hijos, aprovechando que no es utilizada habitualmente para los usos para los que fue concebida (aterrizaje y despegue de aviones).
En la entrevista se muestra consciente, orientado, locuaz y perdonavidas. Su discurso es ordenado, no acelerado y su porte adecuado, aunque llaman la atención ciertas particularidades idiosincráticas, como llamar agua de Bilbao a una especie de champán de baja calidad. No se aprecia una relajación de las asociaciones. Expresa su sorpresa por ver que en hospitales distantes más de 50 kilómetros de Bilbao o de Houston se cuente con aparataje de aspecto moderno y con lucecitas. Aunque el tono general de su discurso es grandioso no se detecta sintomatología psicótica. Su capacidad de retención es correcta. Los tests de drogas en orina son negativos para todo tipo de sustancias.
¿Cuál es su diagnóstico?
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El cuadro descrito no se corresponde con un episodio maniaco. Aunque ciertos elementos guardan un cierto parentesco con dicho trastorno, como la grandiosidad o la verborrea, no se nos habla de insomnio, fuga de ideas, distraibilidad, agitación o implicación excesiva en actividades placenteras potencialmente perjudiciales (salvo, tal vez, la de tocar las narices al personal del aeropuerto, que en último término le conduce al hospital).
Menos aún podemos aceptar el diagnóstico de trastorno adaptativo con estado de ánimo deprimido. En efecto: no se puede decir que el ánimo del sujeto sea precisamente depresivo, y no se nos comunica ningún factor estresante.
Tampoco existen elementos que apoyen el diagnóstico de trastorno borderline de la personalidad. Y la gilipollez no complicada no ha alcanzado aún categoría de trastorno como la APA (y la OMS) manda, por lo que si lo ha seleccionado ya puede Ud ir despidiéndose.
El diagnóstico correcto es el de Trastorno Bilbaino de la Personalidad (TBP), que algunos autores incluyen dentro de los trastornos de personalidad no especificados.
El TBP es una entidad recientemente descrita, aunque conocida desde tiempos inmemoriales. Consiste en un patrón general de inflación de la autoimagen y sobrevaloración del lugar de origen del paciente (Bilbao), con una notable exuberancia y locuacidad en sus manifestaciones, que comienza en etapas tempranas de la vida y que se manifiesta al menos por cinco de los siguientes criterios:
El TBP plantea en ocasiones el diagnóstico diferencial con el episodio maniaco; no obstante, existe un test infalible que consiste en devolver al paciente a su lugar de origen, con lo que la sintomatología se apaga espectacularmente. El TBP, por lo tanto, es un trastorno de la ostentación y exhibición -por lo que algunos autores lo incluyen provisionalmente entre los trastornos de personalidad del grupo B-, pero de una ostentación y exhibición tanto más espectaculares cuanto más alejado se encuentra el paciente de su ciudad. Esta obstinación por ejercer de bilbaino en medio extraño ha hecho que algunos estudiosos consideren que nos hallamos ante una forma sutil de trastorno depresivo que se modifica patoplásticamente, en virtud de defensas maniacas, hasta adoptar la forma grandiosa tan conocida por los críticos más avezados. En este sentido, las aportaciones de diversos autores, que han propuesto que la nostalgia es un fenómeno particularmente prevalente entre originarios de lugares montañosos, cobran un especial interés, dadas las particularidades orográficas de Bilbao.
Un síntoma particularmente interesante es lo que podría llamarse la dismorfosis egosintónica del bilbaino, aplicable tanto a su propio esquema corporal como a las características físicas de su ciudad. Así, el paciente tipo está plena y gratamente convencido, sin ningún argumento que lo justifique, de que es el más guapo del mundo, o de que el capítulo de penilargos del Guinness está repleto de bilbainos o, en fin, que no hay en el mundo (leré) puente colgante (leré) más elegante (leré) que el de Bilbao.
Para la escuela guipuzcoana, el TBP es un trastorno perverso y malvado por la comorbilidad que lo distingue, en especial por la asociación, para este grupo indefectible, del TBP con la carencia intelectiva. Sin embargo, esta suposición es acientífica y estos autores deberían tener mucho cuidado con las proyecciones que hacen, que se les notan mucho.
La clínica psicosocial asociada es muy severa. Consiste en formas más o menos completas de ruina por gastar ostentosamente más de lo que se tiene, y en enfrentamientos (por lo general verbales) con las personas de provincias limítrofes, a los que el bilbaino suele dedicar epítetos tan peculiares e hirientes como patatero, cantabrón o guipuzcoano.
La etiología del TBP no está esclarecida. Las teorías genéticas no son satisfactorias, dado que gran parte de los afectados no son bilbainos con pedigree (es decir: sus raíces familiares no son bilbainas). Las teorías ambientales-connatales, que relacionan el trastorno con la exposición en la vida intrauterina a los abundantes tóxicos de la atmósfera bilbaina tampoco resultan válidas, ya que muchos bilbainazos ni siquiera han nacido o han pasado su vida intrauterina en Bilbao.
De mayor interés resultan las teorías sobre la exposición a tóxicos en la vida postuterina. Para explicar el fenómeno central del trastorno (esto es: su manifestación clínica cuando el sujeto está fuera de Bilbao) se ha propuesto que en la atmósfera de la ciudad existe alguna sustancia tóxica de la que el bilbaino se hace dependiente, de tal manera que el cuadro consistiría más bien en un síndrome de deprivación de esa sustancia putativa y sucia a la que denominan bilbainina. Es ilustrativo recordar al efecto que se han descrito casos de remisión del cuadro al de muchos años de alejamiento de Bilbao, lo que podría corresponderse con una especie de desintoxicación a pelo y muy paulatina de la bilbainina.
Desgraciadamente no existe aún un tratamiento satisfactorio para el TBP. Actualmente el único abordaje consiste en devolver al individuo a su redil. Sin embargo, las medidas preventivas parecen esperanzadoras. Entre ellas ocupa un lugar destacado la propuesta de exponer a los bilbainos alevines a otros lugares y colectivos, de manera que puedan apreciar los valores humanos y culturales de otras colectividades. La experiencia de Bilbao y cols con un grupo de 50 púberes parecen confirmar los buenos resultados de esta medida y descartan que la exposición intermitente a la bilbainina se traduzca en una exacerbación del cuadro.
Txori-Herri Medical Association, 1999