THMhighlights


UN ALEGATO POR LOS VIEJOS

J. W. Bell, M.D. Profesor de Diagnóstico Físico y Medicina Clínica, Universidad de Minnesota. Minneapolis, Minn.
http://jama.ama-assn.org/issues/v282n17/full/jjy90035-1.html

Uno de los comentarios sombríos que con mayor certeza puede hacerse sobre la medicina del pasado es que no ha atendido debidamente a los viejos, tal como demuestra la escasa literatura sobre el particular y la apatía general existente en nuestra profesión con respecto al estudio de los cambios fisiológicos o las enfermedades típicas de la edad avanzada. Corresponde a la Medicina francesa el honor de haber aportado los conocimientos, aun fragmentarios, de que disponemos sobre la patología senil.

Antes del comienzo del presente siglo quienes se dedicaron a la cuestión escribieron, como Cicerón, desde un punto de vista literario contemplativo, con la posible excepción de los pequeños tratados de Floyer, Welsted y Fisher. Pinel, con su pormenorizado tratado " Medicina Clínica," de 1815, que recogía su inmensa experiencia en el Hospital de la Salpetrière, sentó las bases de nuestros conocimientos sobre la patología senil. En 1839 Constatt publicó su tratado sobre las enfermedades de la vejez, que consideramos representa el primer esfuerzo sistemático por reunir los fragmentos dispersos sobre la patología senil. Charcot, refiriéndose a esta obra, afirma que: "En él, la imaginación ocupa una enorme cantidad de espacio a costa de la observación positiva e imparcial." Cruveilhier, pocos años después, a partir del material recogido durante su estancia en el Salpetrière, contribuye a clarificar más la patología de la vejez con su "Atlas de Anatomía Patológica."

Los trabajos de Rastan y Charcot, ambos médicos eminentes, con acceso a las salas de la Salpetrière, han contribuido mucho a nuestro conocimiento de las enfermedades de la vejez. Geist, Day, McLachlan, Cruveilhier, Beau, Humphrey, Fothergill y Loomis son otros nombres a recordar por sus aportaciones a este campo tan descuidado, y hay que recordar que "La Práctica de la Medicina en el Siglo XX " fue de entre nuestras muchas excelentes obras sobre la práctica médica la primera en incluir un capítulo sobre la vejez y sus enfermedades. La falta de interés, puesta en evidencia por la escasez y dispersión de la literatura sobre esta cuestión, es la principal responsable de la apatía que existe hoy en día en nuestras facultades de Medicina. En los estudios universitarios apenas se alude a los cambios de la edad avanzada y no se da a los alumnos la oportunidad de familiarizarse con las enfermedades que pueden presentarse con el paso de los años. És difícil que los estudiantes puedan recordar alguna referencia de sus maestros a la vejez, excepto tal vez para justificar el fracaso de una operación brillantemente planificada pero mal llevada a cabo o de un tratamiento medicamentoso inoportuno.

Si la patología de la infancia requiere la especial consideración clínica que recibe ahora en nuestras facultades de Medicina, y es indispensable que se reconozca así desde un punto de vista práctico—algo que no cuestiona quien suscribe—, no es menos cierto que la patología senil y sus manifestaciones clínicas asociadas requieren una consideración especial por parte de los profesores de Medicina.

Para enfatizar esta cuestión, permítasenos destacar brevemente algunos de los cambios más pronunciados que se observan en la vejez. Tras el nacimiento el crecimiento, aun dentro de ciertas variaciones, va disminuyendo gradualmente. A partir aproximadamente los 40 años de edad, el esplendor de la vida va declinando hacia la vejez. La actividad metabólica corporal, suficiente en un principio no sólo para cubrir el gasto diario, sino para agregar nuevo material, ya sólo puede cubrir las necesidades diarias, y, finalmente, es insuficiente incluso para el sostenimiento del organismo. De ellos se siguen ciertos cambios en los tejidos del viejo, de tipo atrófico y degenerativo. Los cambios atróficos afectan, sobre todo, a músculos y glándulas. El tamaño de los elementos celulares disminuye gradualmente sin modificación clara en su estructura. Las fibras musculares se hacen más pequeñas y uniformes en sus dimensiones; el bazo y los ganglios linfáticos sufren una marcada disminución de volumen y peso se hace más acusada con el paso de los años. . . .

Este breve e imperfecto esbozo nos dice que con el paso del tiempo los fenómenos patológicos y clínicos varían mucho en función de las modificaciones fisiológicas. Quien suscribe cree que hace ya tiempo que nuestras facultades debían haberse percatado de la importancia de este asunto y que debia haberse hecho un esfuerzo para organizar una enseñanza sistemática, teórica y práctica sobre: 1, los cambios normales que se observan con el envejecimiento; 2, las enfermedades típicas de la vejez.

Añadir otro curso más a un plan de estudios ya excesivo podría parecer criminal, por lo que sugiero el siguiente método para ampliar los estudios sobre la vejez:

  1. Que en las asignaturas de anatomía y fisiología se impartan los conocimientos básicos sobre a los cambios normales en el envejecimiento.
  2. Que la signatura de patología médica, o si se considerase más oportuno con el fin de contrastar las enfermedades, la de Pediatría, amplíen su ámbito incluyendo la patología y clínica de la vejez, tan esenciales, para capacitar al estudiante en la tarea de aconsejar y tratar a los viejos.

JAMA. 1899;33:1136-1138 Revisado por Jennifer Reiling, Ayudante Editorial.


Txori-Herri Medical Association, 1999

HOME